jueves, 16 de septiembre de 2010

"Consuelo Terrenal" (Propio)

El humo... mi otra forma de llanto, cuando las lágrimas son tántas que es mejor irlas derramando de a poco para arriba, en una densa columna de súplica vertical que asciende hasta los dioses...
... Si, aquellos "grandes dioses", que supuestamente acuden en nuestra ayuda e imponen sus misericordiosas (o miserables?) manos para sanar nuestras profundas heridas. Y no nos damos cuenta de ello, porque, símplemente el remedio, la cura verdadera, la paz, nunca está.
Porque si de veras existen, para lo que existimos nosotros (pobres tontos) es para ser su comidilla diaria, su entretenimiento preferido; porque para ellos, a veces no es lo suficientemente divertido ver crecer las plantas, ni volar las aves, ni verterse las aguas en otras más caudalosas...
¡Rebelde! –me dirán- Pero yo sé que mi rebelión es justificada por los diversos ladrillos que componen mi “muro de los lamentos”, los cuales acepto y hasta comprendo, pero no conseguí, al menos hasta ahora, amar.
No me considero mártir, ni víctima ni victimario, tan sólo desembocadura de la famosa ley de causa-efecto de la cual tánto hablan los que se conforman con sus desdichas echándole la culpa a sus antepasados.
¿Cuál sería éste en mi caso? ¿Quizás un verdugo? O ¿Un rey injusto con su pueblo? No losé, pero no me siento capáz de poner esa idea ante todo para sobrellevar la carga con menos frustración; ésta no se hace más leve con resignación, o con oración, o con abnegación, es sólo sobrevivir abrazando lo poco bueno y arrojar lo malo al pozo profundo y oscuro del pasado, que late apesar de todo en nuestro interior, querámoslo o no.
Ese es el único y real remedio que alivia (aunque no elimina) el sufrimiento propio de la carne humana, banquete fatídico de los poderosos, inalcanzables e irreales “Seres Superiores”.
Más pobres que yo son aquellos que son por ellos obligados a hincarse y a decir plegarias, logrando -según ellos- así, la paz de sus almas; almas vacías, de papel píntado, simulando ser inmensas moles de acero que ni los grandes huracanes pueden derrumbar.
... Todos caen, absolutamente todos caen, pero yo me levanto sin aferrarme a símbolos, ni apuntalarme de “maestro” alguno, sin resentimientos.
Me creo autosuficiente? Tal véz, no soy éso precisamente, pero el valor para transitar la vida se obtiene de otras fuentes... ¿la mía? Quizás el excesivo amor y la confianza depositada en otros seres humanos. Si... otros desastrozos, reprochables e imperfectos seres humanos igual que yo!
¿Dónde está la respuesta entonces, la verdadera teoría, la “solución”?...
... Sólo dentro de nosotros mismos, la fortaleza y la búsqueda incansable de una misión por la cual vivir; encender sin pausa la luz de cada nuevo día, para ver con ojos limpios lo que nos depara cada aventura consecutiva y mantener el corazón vivo pero quieto, cuando llega la inevitable penumbra.

08/02/2001
®By Sil*